¿Debemos seguir mintiéndole a los niños sobre Santa? Esto es lo que piensan algunos expertos

Santa Claus o Papá Noél es una de las figuras más conocidas en todo el mundo. Sin mencionar también que es una de las razones por las que padres de todo el mundo gastan parte de sus ahorros para regalarle juguetes a sus hijos.

Gastamos una gran cantidad de energía para convencer a los niños de la existencia de Santa.

Consecuencias reales

Imagina que el día más feliz del año, además de tu cumpleaños, es una mentira. Que esa persona que te tiene mucha estima para darte un regalo en Navidad sencillamente nunca existió. Pues esto es lo que creen expertos como Christopher Boyle, psicólogo de la Universidad de Exeter, y Kathy McKay, investigadora de salud mental en la Universidad de Nueva Inglaterra de Australia. Ellos creen que una mentira de estas magnitudes puede socavar la confianza de los niños en sus padres.

Encuestas en Estados Unidos afirman que el 84 por ciento de los padres llevan a sus hijos a conocer a Santa más de dos veces al año. Es por ello, que al menos 85 por ciento de los niños menores de 5 años creen en Santa Claus, según una investigación de Jacqueline D. Wooley, psicóloga de la Universidad de Michigan. 

¿Cuándo deja de ser piadosa la mentira?

“Si los adultos han estado mintiendo sobre Santa, aunque por lo general ha sido bien intencionado, ¿qué más es una mentira?”, comentan Boyle y McKay sobre lo que describen como la mayor transgresión de la aventura navideña.

Sin embargo, ambos autores consideran que parte de la mentira también viene acompañada por un deseo interno de los padres en volver a la infancia y entusiasmarse por la magia de esta figura mitológica conocida como Santa Claus.

La otra cara de la moneda

Otro estudio realizado en el año 1994, en el que se entrevistó a niños que ya habían descubierto la verdad sobre Santa, determinó que reaccionaron de manera no tan negativa al informarse sobre la verdad de Santa Claus. Al contrario, los mayores afectados fueron los padres, quienes dijeron haberse sentido tristes y decepcionados a sí mismos.