Elizabeth Holmes de niña fue una soñadora con ambiciones mucho más grandes tal vez que la tecnología existente hoy en día. Cuando tenía 9 años, Elizabeth escribió una carta dirigida a su padre confesando que lo que ella quería en la vida era descubrir algo completamente nuevo para la humanidad.
Eso la llevó a estudiar ingeniería química en Stanford donde unos de sus mayores enemigos fueron sus profesores, quienes sabían que sus ideas, aunque eran brillantes, eran físicamente imposibles.
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Luego de sus intentos fallidos en la universidad, Holmes se retiró con sólo 19 años y decidió fundar la que sería una de las empresas más ambiciosas de los últimos tiempos: Theranos.
Fundada en 2014 por la treintañera Holmes, Theranos prometió que con su prueba Edison podría detectar enfermedades como el cáncer y la diabetes sin necesidad de agujas. Miles le creyeron e hizo que la empresa estuviera valorada en 9 mil millones de dólares.
Todo iba bastante bien por un tiempo hasta que decenas de inversionistas apostaron en su proyecto. Entre ellos estaban el secretario del Tesoro de Estados Unidos, George Schultz, y el empresario Rupert Murdoch. Lo que no sabía Elizabeth es que su sueño se iba a desmoronar en pocos años.
Theranos comenzó a desmoronarse en 2015, solo a un baño de su fundación. Fue el diario Wall Street Journal quien reveló una serie de acusaciones en las que se afirmaba que los resultados no eran fiables y que la empresa había realizado las pruebas utilizando máquinas disponibles en el mercado. No había nada innovador en ellas.
Ya para 2016 se le prohibió a Holmes operar su servicio de análisis de sangre durante dos años, esto llevó a que en 2018 su empresa Theranos se disolviera completamente.
Hoy, Holmes espera su juicio que se estima que durará de tres a cuatro meses. En él enfrenta 12 cargos de fraude y conspiración por los análisis de sangre que tanto prometieron pero que poco dieron.
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