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¿Somos los humanos malos por naturaleza? Hay quienes creen que sí y estas son sus razones

Desde hace siglos la pregunta que las principales ciencias del estudio del humano y su comportamiento han tratado de responder es: ‘¿somos malos o buenos de nacimiento?’. Conectada con esta perspectiva, no tiene respuesta optimista.

Aunque hay grises, podríamos definir ser ‘buenos’ como ser nobles, sensibles, empáticos, esencialmente amables. De la misma forma, los ‘malos’ son personas egoístas, despreocupadas, malintencionadas y vengativas.

No hay respuestas fáciles ni concretas sino teorías alrededor, pero Christian Jarrett, el psicólogo, editor y autor que busca descifrar la naturaleza humana, recopiló 10 posibles hechos que pueden responder a esto.

Este trabajo está basado en esos descubrimientos, que a su vez están conectados con trabajo de campo y experimentos.

Según él, vemos a las minorías y a las personas vulnerables como ‘menos humanas’. Un ejemplo que hace el autor de deshumanización es un estudio de escaneo cerebral.

En este, un pequeño grupo de estudiantes exhibieron menor actividad neuronal cuando revisaban fotos de homeless o adictos vs unas fotos de un C.E.O, por ejemplo.

Otro estudio, mostró que las personas que se oponen a la inmigración de refugiados del medio oriente usualmente aseguran que los árabes y musulmanes son ‘menos evolucionados’ que el resto de los humanos.

También entra en los ejemplos de creer a otros inferiores, la forma en la que tratamos a los adultos mayores y que muchos hombres deshumanizan a las mujeres en estado de ebriedad.

Desde pequeños, poco empáticos

Jarret asegura que este proceso empieza temprano; los niños ya a la edad de cinco años ven a personas con características distintas como ‘menos humanos’.

También, menciona que experimentamos el Schadenfreude desde la edad de cuatro años. Esto es el placer de ver a otra persona en una situación que le cause malestar.

Un estudio reciente que toma para su trabajo, asegura que a los seis años los niños prefieren pagar para ver a una marioneta siendo golpeada, en vez de pagar por unas calcomanías, por ejemplo.

Incrédulos y fanáticos de nuestras creencias

En 1966, los psicólogos estadounidenses Melvin Lerner y Carolyn Simmons realizaron un experimento en el que una mujer que estaba estudiando era castigada con electricidad cuando decía respuestas incorrectas. Después, entrevistaron a varias mujeres que la vieron sufrir y la calificaban de “poco agradable” o “admirable”, según su apreciación de que participara en el estudio.

Este estudio se tomó como base para determinar que los humanos solemos culpar a las víctimas de sus situaciones, como personas pobres, víctimas de violación y otros aspectos.

También, según Garrett, nuestra propia creencia en el karma es una muestra de esto, ya que creemos que a los que algo malo les pasa, es porque se lo merecen. Somos dogmáticos y estrechos de pensamiento. Cada vez los hechos importan menos.

No solo el psicólogo asegura esto pensando en las fake news de hoy en día o la cantidad de gente que cree en Qanon o Illuminatis.

En 1979, un estudio demostró que era fútil presentarle a alguien evidencia de hechos para demostrarle que no tenía la razón. La premisa era si los participantes creían o no en la pena de muerte.

Entre decenas de personas, ninguna, al serle presentados argumentos en contra de su posición en específico, basado en hechos, se dispuso a flexibilizar sus creencias. Incluso los conductores de dicho experimento notaron un apego más significativo a sus creencias originales.

Otra de las referencias experimentales, para demostrar que somos poco reflexivos, es un ejercicio que demuestra que preferimos electrocutarnos que pasar tiempo con nuestros pensamientos.

Realizado en el 2014, dicho experimento concluyó (basado en 67% de participantes masculinos y 25% femeninos), que muchos elegían el dolor que pasar 15 minutos en una reflexión pacífica.

Si lo habías pensado sobre ti mismo o los demás, tienes razón: somos vanos y tenemos exceso de confianza. 

Nuestra irracionalidad pudiera no ser tan perjudicial si se equilibrara con algo de humildad e introspección, pero no es el caso. Andamos por la vida con una creencia exagerada de nuestras habilidades.

Pasa mucho con nuestra creencia sobre cómo cocinamos, manejamos, nuestra propia inteligencia y nuestro atractivo. 

Hay un fenómeno descrito por Garrett que se llama el ‘Lake Wobegon Effect’, nombre que se le dio a un pueblo imaginario donde sus habitantes creen que los hombres son los más buen mozos, las mujeres las más fuertes y los niños están sobre el promedio en todo.

¿Suena realmente tan ficticio o es una analogía del nacionalismo exagerado de muchos?

Otro aspecto tal vez esperados es que somos moralmente hipócritas. Nos tomamos como urgente la tarea de condenar las caídas morales de otros y tenemos condenas más ligeras con los fallos propios.

En un fenómeno largamente estudiado, conocido como asimetría del actor-observador, se describe nuestra tendencia a atribuir obras ‘malas’ de otras personas, como infidelidades, a su carácter.

Mientras tanto, describimos las mismas obras hechas por nosotros como algo producto del contexto y ajeno a rasgos de nuestra personalidad.

Malos y psicopáticos

Somos potenciales trolls, también según Garrett y así pudiste haberlo experimentado en Twitter o Instagram.

Las redes sociales lo que han hecho es magnificar aspectos terribles de la naturaleza humana. Debido a un efecto de desinhibición y el hecho de estar protegidos por el anonimato, nos inclinamos hacia actos inmorales.

Favorecemos a líderes poco efectivos con rasgos psicopáticos. ¿Les suena? El ejemplo popular más reciente es Donald Trump, pero de la misma forma Chávez, Kim Jong-un, Bolsonaro, Xi Jingping encajan en esto y hasta Mussolini o Hitler contaron con apoyo popular.

Tomando el ejemplo de Trump, un estudio del psicólogo Dan McAdams concluyó que el expresidente estadounidense, encuadrado en la agresión y carácter incendiario tuvo un “atractivo primitivo” en muchos votantes.

Si es verdad, además, cabe en un patrón más amplio: el simio macho alfa diseñado para intimidar sigue siendo llamado a liderar y los rasgos psicopáticos se evidencian en esta creación de tal personajes políticos.

El último hallazgo de Garrett explicaría a los ‘tóxicos’ (y con el favor de Dios haría que dejáramos de usar esa palabra): estamos atraídos sexualmente a personas con aspectos oscuros en su personalidad.

No solo pasa con los líderes políticos, hay evidencia que sugiere que tanto hombres como mujeres se sienten atraídos, al menos en períodos cortos, a personas que muestran rasgos narcisistas, psicopáticos o maquiavélicos.

Un estudio en específico, encontró que la atracción sexual de un hombre incrementa cuando se describía como desinteresado, manipulador e insensible.

Una teoría al respecto es que los ‘rasgos oscuros’ los relacionamos equivocadamente con masculinidad.

De cualquier forma, ninguna de estas visiones, por ciertas que sean, deberían detenernos de buscar lo positivo en nuestra existencia, entendiendo también que nuestros demonios pueden equilibrarse.

De hecho, como dicen “mejor malo conocido que bueno por conocer”. Mientras más entendamos nuestros aspectos negativos, más podremos manejarlos.

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pgadmin

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