IMPACTO SOCIAL

Anja Ringgren Lovén, el ‘ángel tatuado’ que salva a los ‘niños brujos’ de la muerte

Anja Lovén, el ángel tatuado, es conocida por la foto que se hizo viral en la que aperece dándole agua a un niño en los huesos que apenas podía sostenerse en pie. Un año más tarde ese mismo niño, al que llamaron Hope, aparece junto a la activista danesa en su primer día de colegio, en Nigeria, con un aspecto irreconocible.

“Le llamamos Hope (esperanza) porque realmente necesitaba mucha esperanza para sobrevivir. Estaba en un estado que rozaba la muerte”, explica Anja.

Hope es uno de los miles de niños que sufren el estigma de ser considerados brujos en África. Se les culpa de las malas cosechas, de la pobreza o de las enfermedades que sufre una comunidad. Son repudiados por sus familias, abandonados a su suerte. Muchos mueren de hambre, otros son metidos a pruebas como: ingerir veneno, verter agua hirviendo sobre sus cuerpos o entregados a la figura de “los charlatanes”.

Los “charlatanes” son los miembros de la comunidad que, supuestamente, tienen poderes curativos y son capaces de sacar los “espíritus malignos” de estos niños. Durante meses, estos niños brujos son explotados por los “charlatanes” y además las familias deben pagarle para llevar a cabo el supuesto “sortilegio”.

 

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Vender todo y marcharse a África

Anja Lovén nació en Dinamarca hace 38 años. Su madre trabajaba en una residencia de ancianos y desde que tiene uso de razón recuerda la valiosa eduación que le inculcó. “Siempre me decía que tenía esperanza en que un día todos los humanos fuésemos iguales, envejeciésemos dignamente y del valor que supone cuidar de alguien. Fue ella quien me dio las herramientas para aprender a cuidar de otras personas, a preocuparme por ellas”, explica Anja.

Cuando la joven danesa cumplió 23 años, su madre falleció de cáncer. Fue un duro golpe para ella, algo que todavía intenta superar, pero también fue el desencadenante para vender todas sus cosas, viajar a África y fundar una ONG para ayudar a los más vulnerables: los niños.

En 2012 llegó a una pequeña aldea de Malawi. Allí vivió durante tres meses trabajando como observadora para la ONG DanchurchAid. Durante esos tres meses experimentó lo que es vivir en la más absoluta pobreza, algo muy difícil de olvidar. Más tarde recorrió Nigeria. “Viajé todo el país y fue cuando conocí a los niños brujos. Eran torturados, muchos hasta la muerte, porque en sus comunidades creían que traían pobreza, hambre y enfermedades. Lo que vi allí fue realmente atroz y horrible. Estuve durante mucho tiempo en shock así que decidí dedicar todo a ayudarlos”, recuerda Anja.

Pocos meses después conoció a David. Trabajaba como consejero legal y acabó fascinándose por su dedicación plena para salvar a los niños que sufrían el estigma de la superstición. David y Anja, además de enamorarse, construyeron un centro de acogida para los niños acusados de brujería en Akwa Iborn State, en Nigeria. Así nacía su ONG DINNødhjælp en 2013.

Tras publicar la foto de Hope, la ONG consiguió un millón de coronas danesas (134.000 euros). Con el dinero que recaudan y con la ayuda de Arquitectos Sin Fronteras, el sueño de Anja está cada vez más cerca. “Queremos constuir una escuela, además de la casa donde actualmente viven los 35 niños que hemos rescatado. También una cocina, un centro médico, una librería y una casa para los voluntarios. Sabemos que llevará tiempo, pero vamos progresando mucho gracias a la ayuda de la gente”, relata.

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La pobreza y la ignorancia: la tormenta perfecta para la superstición

Además de proveer un hogar para los niños brujos, el proyecto de Anja está destinado a la escolarización y a cambiar poco a poco la mentalidad basada en la superstición. Los niños, según explica la activista a PlayGround, son los más vulnerables, por eso la educación es el arma más poderosa contra la ignorancia y la pobreza. La pareja imparte también conferencias y provee de información a las distintas comunidades de Nigeria para intentar derrocar la superstición.

“Para nosotros, además de darle un hogar a estos niños, es imprescindible que reciban una eduación. El conocimiento es la heramienta que les permitirá labrarse un futuro, una carrera y forjarse un carácter que pueda curar las heridas de las torturas por las que han pasado. Estos niños además de haber sido abandonados, han sufrido mucho y eso es algo que difícilmente desaparece”, explica.

La activista apunta que la superstición es parte de la cultura de muchas comunidades africanas. No solo la padecen los niños, sino también las viudas o los más ancianos. En general, los más vulnerables. Pero incide en que no debemos olvidar que Europa también mató a miles de inocentes basándose en las supersticiones.

“Igual que en África ocurre ahora, en Europa entre los siglos 15 y 18, todo lo que no podía explicarse era considerado como una fuerza sobrenatural. Hubo una oleada de persecuciones en todo el continente. Cientos de miles de inocentes fueron ejecutados bajo el pretexto de la brujería. Tan solo en Dinamarca se quemaron a 2.000 mujeres por ser consideradas brujas”, argumenta Anja.

“Creer en lo mágico, en lo sobrenatural era algo muy común en el pasado. El mundo era algo inexplorado, misterioso y aterrador y todo aquello que no podía explicarse de una manera racional, era interpretado desde lo místico o lo mágico. Desde la infertilidad hasta las catástrofes naturales”, concluye.

Así que, según explica Anja, antes de acusar de bárbaros a estas comunidades deberíamos plantearnos que la gran mayoría de esta gente no ha podido ir a la escuela. No tiene formación ni conocimientos más allá de los que se transmiten de generación en generación. Además, hay que sumarle la extrema pobreza en la que viven.

En lugar de señalar con el dedo, dice la activista, deberíamos ayudar a que los niños de estos países consigan una mejora de su nivel de vida, una escolarización y unos conocimientos que puedan commpartir con las siguientes generaciones y acabar, de una vez por todas, con la cultura de la superstición.

 

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Tags: activismo

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