Después de casi tres décadas de acción y suspenso, la aventura de Ethan Hunt llega a su fin con Misión Imposible: Sentencia Final. Esta, más que otra película de espías, se convierte en una carta de despedida a la saga, en un homenaje constante a los momentos icónicos que marcaron a generaciones de espectadores.
Retomando los eventos vistos en Sentencia Morta (2023), Ethan Hunt (Tom Cruise) continúa su lucha contra una Inteligencia Artificial todopoderosa que todo lo ve, todo lo sabe y todo lo manipula. Esta IA no ataca con bombas, sino con miedo. Su fuerza está en el control de la información y la manipulación de la percepción. En un mundo donde la línea entre lo real y lo falso es cada vez más difusa, esta entidad representa el arma más peligrosa a la que Hunt se ha enfrentado: la duda.
Y es que lo más aterrador de esta entrega no es que la humanidad esté al borde de la extinción —algo a lo que la saga ya nos tiene acostumbrados—, sino que, por primera vez, el villano principal no es humano. Permitiéndonos cuestionar no solo el poder de la tecnología, sino el rol del humano frente a ella. Esta película nos recuerda que hoy el terror no necesita de violencia directa: basta con sembrar suficiente incertidumbre, distorsionar verdades y alimentar la paranoia. La IA se vuelve más letal que cualquier arma biológica o nuclear, porque ataca desde adentro: desde lo que pensamos, creemos y compartimos.
Una crítica generacional
En este sentido, la película lanza un guiño inquietante hacia las nuevas generaciones. Particularmente a la generación Z, quienes están acostumbradas a convivir con la IA en su cotidianidad, a tal punto que la han normalizado e incluso idolatrado. En las redes sociales, las diferentes inteligencias artificiales son vistas como una herramienta de creación, diversión o productividad. Es verdad que nos hacen la vida más fácil, son nuestra agenda, asistente personal e incluso nuestro psicólogo. Pero Sentencia Final nos recuerda que esa misma confianza puede volverse peligrosa cuando no hay límites éticos, ni conciencia de sus riesgos. ¿Qué pasa cuando ya no sabemos si lo que vemos es real? ¿Qué pasa cuando elegimos confiar más en una máquina que en otros seres humanos?
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Ethan Hunt como el elegido
A lo largo de toda la película, Ethan Hunt es presentado como “el único que puede salvar a la humanidad”. Que gracias a su inquebrantable voluntad, nació para esto y es su destino salvarnos, ¿suena familiar? En este contexto casi apocalíptico, el personaje adquiere un aura mítica: sobrevive bajo el agua sin oxígeno o traje de buceo, desafía la lógica física en cada persecución y actúa como un guerrero solitario e incomprendido que carga con el destino del mundo. La película nos presenta, sin sutilezas, a un Tom Cruise casi mesiánico. Este retrato simbólico se sostiene gracias a una actuación fenomenal: Cruise no solo interpreta a Ethan Hunt, sino que lo encarna con una intensidad que traspasa la pantalla. Realiza acrobacias que rozan lo imposible, se impone exigencias físicas que pocos actores aceptarían, y lo hace con una disciplina y entrega absoluta que evidencian cuánto ama lo que hace. En Misión Imposible, Ethan ya no es solo un espía: es una figura elegida y Tom Cruise ya no es solo un actor, sino un ícono cultural.
Misión Imposible: Sentencia Final no es solo otra película de acción; es la obra final de Tom Cruise y Christopher McQuarrie que combina nostalgia, crítica social y reflexión filosófica. Un filme que celebra su pasado mientras plantea una advertencia para el futuro. En una época dominada por lo artificial, la película toma partido por lo humano. Y nos deja con una sentencia final: el mundo ha cambiado, pero mientras haya alguien dispuesto a luchar por lo real, no todo está perdido.
No te pierdas Misión Imposible: Sentencia Final en cines a partir del 22 de mayo. ¡Una despedida épica para una saga legendaria!